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El Edificio
En 1915 Timoteo Briet recibe el encargo de diseñar dos edificios de viviendas destinadas a ser alquiladas. El cliente era un sacerdote, Vicente García Gomis, cura párroco de la Real Parroquia de San Mauro y San Francisco, propietario por herencia de los solares de la calle Mayor donde iban a construirse los nuevos inmuebles. Unos años antes, en 1908, Vicente Gomis Gomis había encargado el edificio colindante de Pintor Casanova, 20.
Briet pudo haber realizado dos edificios con igual composición, sin embargo su genio creativo le llevó a diseñar dos fachadas diferentes con algunos elementos en común. De esta manera el conjunto de edificios de la calle Pintor Casanova, 16, 18 y 20 presentan una diversidad estética que enriquece el paisaje urbano de este rincón de la ciudad.
Las viviendas de Pintor Casanova, 18 fueron concebidas para familias acomodadas, con buen nivel económico, y planificadas para que dispusieran de un gabinete abierto a la calle donde era habitual que se instalaran consultas y despachos. Mantenían la distribución tradicional, heredada de siglos de cultura doméstica, de situar el comedor en torno al hogar en la parte posterior, pero incorporando los avances higiénicos sanitarios del momento, presentes en la construcción de patios de luces interiores y modernos cuartos de baño.
El tipo de inquilino al que se dirigía la construcción, en una calle principal de la ciudad burguesa, requería de un mayor refinamiento en los materiales empleados y artes aplicadas. Hoy en día todavía visibles gracias a su conservación. Destacan las carpinterías, pavimentos, escayolas, alicatados coloridos… una suma de recursos estéticos que enriquecieron la obra de la mano de su director.
El espíritu de modernidad, confort y exquisitez de la casa debía reflejarse ante la ciudad, así que su fachada se convirtió en la imagen pública del proyecto. Briet con la elegancia que le caracteriza encuentra el justo equilibrio entre los elementos que la integran.
El arquitecto alinea sobre dos ejes los balcones de las tres plantas del edificio, integrándolos mediante su recercado en dos cuerpos, resaltados sobre un plano de fondo alicatado con azulejo verde.
El contorno sinuoso de los voladizos de los balcones contrasta con el dominio de la verticalidad del conjunto, aminorada al resaltar la imposta de la segunda planta partiendo la altura de la fachada.
Un modernismo equilibrado, maduro, se expresa en la obra mediante el diseño de las carpinterías y de la cerrajería del conjunto de barandillas de los balcones. Los discretos detalles florales de metal estampado, las pletinas onduladas y retículas que forman las celosías, confieren a la fachada su distinción.
Pero la obra parece levitar, aligerarse, sobre la estructura metálica, adintelada, que hace transparente la planta baja del edificio. Tiempos modernos, una calle transitada, el corazón de la ciudad, hacían del espacio de esta planta lugar idóneo para la exposición de un comercio y Briet que ya contaba con una larga experiencia en este tipo de soluciones estructurales supo conciliar la técnica con unos detalles formales que la hicieran más amable. Centrados en los ejes de los huecos superiores se disponen dos pilares de fundición, con capiteles y fustes decorados con motivos reinterpretados de órdenes clásicos. En estos pilares se asientan vigas metálicas, desnudas, osadas. El portal de entrada al zaguán del edificio se abre en el hueco que forma el pilar izquierdo, cerrándose con dos hojas realizadas con piezas de fundición, componiendo un encaje de piezas que permitía una mayor luminosidad del espacio interior.
En la obra de Briet es difícil señalar unas obras de madurez. Desde sus inicios sus proyectos desprendían la calidad propia de quienes llevan toda una vida en el oficio. Sin embargo en su estilo vemos una búsqueda constante de la innovación, una huida permanente de repetir el último proyecto realizado, algo que hace incluso difícil encasillarle. Con la obra de Pintor Casanova, 18 Briet ha dado un paso más allá de su etapa de mayor influencia secesionista, vemos asomar de nuevo algunos elementos del eclecticismo de finales del siglo XIX, pero expresa con vehemencia su sentido del equilibrio, de la armonía, en suma, de la elegancia; que es siempre la palabra con la que más se identifica a este maestro de nuestra arquitectura.